De acuerdo con Arturo Ortega Morán, escritor mexicano especializado en el origen de las palabras, la raíz del sustantivo huachicol proviene del latín aquati que significa aguado.
En un inicio, aquati hacía referencia a una técnica pictórica durante el siglo XVI. Tiempo después, esta palabra llegó a Francia donde se transformó en “gouache” sin perder el significado original. Posteriormente, el concepto de gouache -pronunciado guach- llegó a México durante el siglo XIX. Aquí aludía a la pintura diluida en agua por lo que comenzó a utilizarse la expresión “a la gouache”.
Mientras tanto, en esa época, los vendedores de alcohol se dieron cuenta de que, si rebajaban el tequila o el aguardiente y lo vendían al mismo precio de una buena bebida, sus ganancias aumentarían. Debido a esto, comenzaron a fabricar bebidas que hoy conocemos como adulteradas.
Con el paso del tiempo, los encargados de realizar y vender estas sustancias recibieron el sobrenombre de “guachicoleros”.
Después, quienes comerciaban con combustibles, imitaron dicha práctica. Fue así como empezaron a diluir tanto gasolina como petróleo y así los vendían. Por último, este apodo fue otorgado a aquellos que, de manera ilegal, extraían la gasolina de Petróleos Mexicanos.
La Academia Mexicana de la Lengua dice que huachicolero es un derivado de huachicol. Dicho sustantivo alude a una ocupación u ocio. Sin embargo, en nuestro país tiene dos significados generales. Uno se refiere a una bebida alcohólica que fue adulterada. El segundo, por su parte, señala “una especie
de pértiga que lleva en un extremo una canastilla”. Dicha canastilla es empleada para bajar la fruta de un árbol.