El cártel de Sinaloa no solo está constituido por sus sanguinarios jefes. Ese imperio del crimen también está sostenido por cientos de traficantes de bajo perfil, quienes se encargan de las tareas más esenciales: transportar droga, ocultar armas, vigilar a las agencias del orden, enviar mensajes y -si es necesario- ejecutar rivales y traidores.
Por eso, en el juicio contra Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán se escuchó con atención este lunes el testimonio de uno de tantos soldados que almacenó y distribuyó drogas en Texas, Illinois, Florida y Georgia, al tiempo que traficó rifles de alto poder que terminaron en manos de sicarios que peleaban a muerte en la fronteriza Ciudad Juárez, uno de los principales accesos hacia Estados Unidos que dicha organización le disputa al cartel de los hermanos Carrillo Fuentes.
El relato de Edgar Iván Galván, alias ‘El Negro’, abarcó varios episodios como parte del cartel de Sinaloa. Su ingreso está ligado al reclutamiento del capo Antonio Marrufo, apodado ‘El Jaguar’, quien después de que fue secuestrado por un lugarteniente del cartel de Juárez se unió al grupo rival buscando venganza. El ‘Chapo’ lo llevó en 2007 hasta la sierra para proponerle en persona ser parte de su guerra.
“(‘El Chapo’) le dijo que por sus huevos se iba a adueñar de (Ciudad) Juárez”, dijo Galván retomando las palabras que supuestamente le compartió tras su encuentro con Guzmán. “Le había ofrecido a ‘Jaguar’ que se encargara de ‘la limpieza’ de Juárez, de matar a todos los contrarios”, según él.
‘El Negro’, un hombre fornido de 41 años, cumple una condena reducida de 24 años de prisión por conspiración para traficar cocaína y armas de fuego. Su sentencia original era de cadena perpetua, pero se redujo gracias a su colaboración con las autoridades. Este fue describiendo sus actividades delictivas desde 2004 y hasta su arresto en febrero de 2011. Sus palabras no inquietaron a Guzmán y el cooperante tampoco mostró reacción alguna. De hecho, era la primera vez que ambos se veían las caras.