Ketanji Brown Jackson, primera magistrada designada por Biden, releva a otro progresista y evita que aumente la supermayoría conservadora de la máxima autoridad judicial del país
La jueza Ketanji Brown Jackson, hija de una pareja de profesores de escuela que crecieron en la era de la segregación racial, hizo historia este jueves al convertirse en la primera mujer negra en sentarse en el todopoderoso Tribunal Supremo de Estados Unidos, un cuerpo de 232 años de antigüedad formado por nueve magistrados de cargo vitalicio que han tenido la última palabra en conquistas sociales como el fin de esa misma segregación racial, la legalización del matrimonio gay o el derecho aborto. Jackson, de 51 años, se formó en Harvard y ejercía desde 2021 como titular del Tribunal de Apelaciones del Distrito de Columbia (área metropolitana de la ciudad de Washington). El Senado confirmó su nombramiento en una ajustada votación, opuesta a las amplías mayorías que lograron otros nombramientos de calado histórico en el pasado, un reflejo del clima de tribalismo político que hoy embarga la mayor parte de decisiones políticas.
Una emocionada Kamala Harris, vicepresidenta de Estados Unidos, que también rompió su propio techo de cristal, confirmó el resultado en voz alta y la sala estalló en aplausos. Con la confirmación, Joe Biden logró también su propia victoria, ya que nombra a su primer miembro del Supremo y evita que la máxima autoridad judicial del país se incline más a la derecha: hay seis togados conservadores y tres progresistas, un desequilibrio que no se veía en 80 años.
La nominación de estos magistrados, aunque debe luego ratificarse en la Cámara alta, supone uno de los mayores ejercicios de poder presidencial, dado el poder que concentran para el resto de su vida —si mueren con las botas puestas― o de su carrera, si se retiran. Jackson reemplaza a otro progresista, Stephen Breyer, de 83 años, por jubilación, con lo cual se mantiene la mayoría conservadora de la máxima autoridad judicial del país.
La confirmación de un juez del Supremo solo requiere una mayoría simple en la Cámara alta. Demócratas y republicanos están igualados en escaños 50-50, pero el vicepresidente del Gobierno -Harris, en este caso- ejerce el voto de calidad en caso de empate, con lo que el Partido Demócrata ejerce el control de facto, pero no se puede permitir perder a ninguno de los suyos. El apoyo de tres de los senadores republicanos, Lisa Murkowski, Mitt Romney y Susan Collins —y la falta de noticia de desertores en filas propias― hizo evidente en los últimos días que Jackson ya tenía los votos suficientes.
Ha quedado lejos, sin embargo, de la abrumadora mayoría bipartita que arropó a Thurgood Marshall, el primer juez negro del alto tribunal, nominado por el demócrata Lyndon B. Johnson en 1967 confirmado por 69 votos frente a 11. Y a años luz del 99-0 con el que salió adelante la primera mujer jueza, Sandra Day O’Connor, en 1981, a propuesta del republicano Ronald Reagan. También la popular Ruth Bader Ginsburg, icono feminista fallecido en 2020, logró 96 votos a favor, frente a tan solo tres en contra.
Los últimos nombramientos de jueces, por el contrario, ha servido para exhibir la brecha entre partidos. A Jackson le han reprochado los republicanos su papel como abogada de oficio de presos de Guantánamo, así como algunas condenas que tacharon de suaves para acusados de pornografía infantil, y han tratado de presentarla al público como una activista. En su papel de jueza de distrito de Washington, bloqueó los intentos de la Administración de Donald Trump de acelerar las deportaciones de inmigrantes indocumentados o de impedir la declaración en el Congreso de un antiguo asesor de la Casa Blanca.
En su presentación ante el Capitolio, al comienzo del proceso de confirmación, la jurista defendió su integridad con estas palabras: ““He sido jueza durante casi una década y me tomo muy en serio esa responsabilidad y mi deber de independencia. Tomo decisiones sobre mis casos desde la neutralidad. Evalúo los hechos, e interpreto y aplico la ley en función de esos hechos, sin miedo ni predisposición, y siempre consecuentemente con mi juramento”.