Hasta hace dos semanas Jorge trabajaba en el campo, en un poblado del estado de Guerrero, donde un grupo delictivo lo amenazó con llevarse a su hija adolescente, por lo que decidió dejar su casa y huir con sus dos hijos hacia Estados Unidos.
Jorge y sus hijos de 9 y 12 años son parte de los más de 2 mil 600 migrantes albergados actualmente en Ciudad Juárez –más de mil 800 de ellos de origen mexicano– con el fin de poner a salvo su vida del otro lado de la frontera, lejos de los grupos del crimen organizado que operan en el país.
“Yo soy papá solo, trabajaba en el campo y querían quitarme a mi hija, me amenazaron con eso, como ya está crecida… Esos que andan vendiendo droga pasaban por ahí y ya era un temor para mí, ya eran las 3:00 de la mañana y yo oía carros zumbando y pensaba que ya venían a mi casa. Por eso yo me vine mejor huyendo. Yo tenía temor, y dejé todo, dejé mi casita”, narró el mexicano, quien fue recibido en el albergue El Buen Samaritano.
De acuerdo con el pastor Juan Fierro, director del albergue de la iglesia metodista de México El Buen Pastor, hasta el jueves estaban alojadas en sus dos áreas 117 personas, el 75 por ciento de origen mexicano.
En la Casa del Migrante de Ciudad Juárez, la mayoría también son mexicanos, 220 de los 300 albergados hasta la tarde de ayer, de estados como Michoacán, Guerrero y Oaxaca.
“Vienen huyendo porque les mataron a algún familiar, a un hermano, a su papá, a algún primo; porque les desaparecieron a su esposo, porque los secuestraron, porque el crimen organizado les quitó todo, sus casa, sus siembras; porque sufrieron violaciones…”, relató Ivonne López de Lara, coordinadora de su Centro de Derechos Humanos.
Enrique Valenzuela, coordinador del Consejo Estatal de Población (Coespo), también destacó que aproximadamente el 70 por ciento de las personas que se encuentran en la Red de Albergues de Ciudad Juárez son mexicanos desplazados de la violencia que se vive en el país.
“En Guerrero hay mucha violencia… bastante. Yo traigo documentos de que pasó realmente, querían quitarme a mi hija, y pues no. En la población que estábamos ya no hay gente por lo mismo, y luego vivimos en una orilla, ya no podía ir yo a trabajar por la niña. Vivía yo con un temor que me estaba matando”, aseguró Jorge, quien aguarda en Ciudad Juárez con la esperanza de llegar hasta Carolina del Norte.