Gobernadores de 30 estados del país dejaron sus compromisos, cambiaron su agenda de último momento y viajaron a la Ciudad de México para recibir una clase de historia.
Pero no cualquier clase de historia: una en Palacio Nacional y a cargo del presidente Andrés Manuel López Obrador, quien relató cómo este país vivió envuelto en gobiernos antidemocráticos por décadas y década, antes de que llegara la Cuarta Transformación.
Entre ellos, se reconocieron confundidos. Los invitaron a firmar un acuerdo que nunca firmaron. Los convocaron a un diálogo que no existió. Apenas pusieron un pie en Palacio Nacional, les enlistaron los requisitos: dejar sus teléfonos celulares y pasar sin ninguna compañía. No iban a necesitar asistentes porque sólo iban a escuchar.
No necesitaban documentos, porque nada se iba a dialogar. Algunos accedieron y entregaron sus teléfonos sin problema. Los de la oposición prefirieron regresar y dejarlos con sus acompañantes que tenían prohibido el paso. Cuando fueron convocados, nadie se resistió a la cita, pero entendieron a los pocos minutos que los planes que muchos llevaban bajo la manga se veían lejos de concretar: cuándo terminarían de vacunar al personal médico, el plan de regreso a clases y la vacunación para maestros, eran dudas con las que regresarían a sus tierras, exactamente como llegaron.
El único ausente fue el gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro, quien en su cuenta de Twitter informó que después de un año y tres meses, tomaría cuatro días de vacaciones. Una vez dentro, sin teléfono ni asistentes, tenían la pluma lista para firmar el Acuerdo Nacional por la Democracia, pero ese momento tampoco llegó. Su asistencia confirmaba un “sí” a todo, su papel entonces, se limitaba a sentarse y escuchar.
El gobernador de Tamaulipas, Francisco García Cabeza de Vaca, parecía el más entusiasta, estaba decidido a plantar cara al Presidente y al fiscal Alejandro Gertz Manero sobre las denuncias en su contra. Se quedó con las ganas. Apartó de inmediato la tercera silla de la primera fila para estar frente a frente esperando su turno para hablar. Pero sólo le restó mantener la mirada firme y la postura recta, sin que nadie se inmutara, sin que nadie cediera a escuchar sus quejas.
Al frente: el fiscal General de la República, Alejandro Gertz Manero; el fiscal en Delitos Electorales, José Agustín Ortiz Pinchetti; la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero; y la gobernadora de Sonora, Claudia Pavlovich, a nombre de la Conferencia Nacional de Gobernadores a la que ya no pertenecen los mandatarios del PAN.
Gertz Manero habló de las capacitaciones a los ministerios públicos para que sepan cómo tratar los temas electorales, y los convenios que han establecido con las fiscalías estatales para concretar poner a disposición de la autoridad a aquellas personas que incurran en algún delito electoral.
Entre los gobernadores, ocuparon un lugar el secretario de la Defensa Nacional, Luis Cresencio Sandoval; el secretario de la Marina, Rafael Ojeda Durán; el consejero Jurídico, Julio Scherer; y el secretario de Hacienda, Arturo Herrera. La gobernadora de Sonora habló de la importancia de este acuerdo y el compromiso de lograr unas elecciones limpias y libres. Pero el gobernador de Chihuahua, Javier Corral dejó claro que “ella habló a nombre de los gobernadores que pertenecen a la Conago, yo ya no pertenezco, ella no habló a nombre mío”.
Luego, la clase de historia comenzó: la democracia no existió en México, Santa Anna se aferró al poder, Madero fue el único realmente demócrata, hasta el 2000 se concretó un cambio de poder, pero la verdadera democracia se dio de manera palpable en el 2018 con el triunfo de un partido distinto a los de siempre.
La democracia que trajo al país ese mismo que les hablaba. El Presidente también les pidió seguir el ejemplo del “Apóstol de la democracia” y hacer historia como los gobernadores que se comprometieron a no intervenir en el proceso electoral, a ser unos auténticos demócratas.
Los asistentes aseguran que fue cauteloso. A diferencia de los discursos cotidianos, no habló del PRI, no mencionó un régimen corrupto, ni siquiera pronunció el presunto fraude del 2006 y a Felipe Calderón. Esta vez, no repitió que le robaron la Presidencia.
Agradeció la respuesta y asistencia de los 30 gobernadores, la gobernadora y la jefa de Gobierno. Firmó el acuerdo en los términos que lo ideó sin necesidad de que se plasmaran las firmas de los demás a quienes ni siquiera les dio tiempo de pedir una reunión adicional. “Nos vemos en junio”, fue lo único que el Presidente les dijo a lo lejos, enviándoles abrazos con las manos cruzadas en el pecho mientras los gobernadores aceptaban confundidos.
La secretaria de Gobernación prometió escucharlos a todos, sin decirles cuándo. Tomaron sus celulares, salieron de Palacio Nacional y regresaron a sus compromisos, con un pacto asumido, con una clase de historia recién recitada y con un montón de dudas y quejas que ya externarán después. Quizá en junio.