El liberal centrista se impone con claridad a la ultraderecha, que no obstante lograría el mejor dato de su historia. Una reelección sin entusiasmo de la que sacar lecciones.
Emmanuel Macron ha ganado la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Francia. El candidato del liberal-centrista En Marcha! ha obtenido el 58,5% de los votos, según el recuento oficial del Ministerio del Interior galo, con el 100% de los sufragios escrutados. Vence a la candidata de la ultraderecha, Marine Le Pen, de la Agrupación Nacional, que se queda con un 41,5% de los votos. Las encuestas a pie de urna, a las ocho de la noche, habían augurado una horquilla de 58,8% frente a 41,2%.
A priori, se puede leer como un éxito de actual mandatario galo, que revalida así su mandato por segunda vez, pese al enorme cuestionamiento interno. Gana mejor de lo previsto, pero gana peor que en su primera elección. Se ha impuesto el voto útil, aunque sea con la nariz tapada. No hay tanto adhesión como resignación. Macron ha logrado 18,7
Macron gana pero la ultraderecha se ha normalizado, es la mala, malísima noticia, puesto que su evolución ha mejorado notablemente, reduciendo la diferencia en otras segundas. De hecho, estaríamos ante el mejor dato histórico para los ultras en Francia. Hace cinco años, Macron sacó a Le Pen una ventaja de diez millones de votos, renta que se ha reducido a más la mitad en esta ocasión, según estas proyecciones. Casi cinco millones de votos que han volado, casi 10 puntos de voto que se han ido de uno a la otra.
Por eso Le Pen ha dicho, al comparecer esta misma tarde, que sus datos son “una gran victoria” para su partido, fundado por su padre Jean-Marie desde las bases pronazis más recalcitrantes. Lo ha hecho desde un pabellón en el Bosque de Boulogne, en el oeste de la capital.
En los comicios de 2017, cuando ambos candidatos ya se habían enfrentado, Macron logró un 66,1% de los apoyos, mientras que Le Pen se quedó con el 33,9. En la primera vuelta de estas elecciones, Macron acaparó el 28% de los sufragios y Le Pen, el 23,3. El actual mandatario contaba ahora con el respaldo mayoritario de los partidos derrotados en primera vuelta, entre ellos socialistas y conservadores, para lograr el aval que le permitirá estar al menos diez años en el Elíseo. Es el primer presidente reelegido desde la victoria de
Jacques Chirac en 2002.
Los datos han sido recibidos con júbilo en los Campos de Marte, frente a la Torre Eiffel de París, donde miles de seguidores de Macron se han reunido para escuchar las primeras palabras del que, salvo sorpresas, será el vencedor final de la noche. También en la Unión Europea respiran ya tranquilos. “Podemos contar con Francia cinco años más”, ha dicho a las claras el presidente del Consejo Europeo, el belga Charles Michel, en un tuit que ha sonado a profundo respiro de alivio.
Las formaciones de ambos candidatos tendrán que continuar la batalla electoral de cara a las elecciones legislativas de junio, ya que el equilibrio de fuerzas que conforme el parlamento será crucial para facilitar o entorpecer la puesta en marcha de políticas concretas en la legislatura del próximo jefe de Estado.
Macron, que ha llegado a la fiesta de su victoria muy relajado y sonriente, envuelto en gritos de afecto, acompañado por las notas de la Novena de Beethoven, ha prometido “superar los desafíos” que tiene la sociedad gala y apostar por la unidad, sabedor del reto de recoser una ciudadanía muy atomizada en lo ideológico. Ha defendido que el suyo es un proyecto “social y ecológico”, en que se se valorará el trabajo y la libertad de emprender, siempre con el compromiso de ir de la mano de la UE.
Para ponerlo en marcha, escuchará los datos de hoy, desde “el silencio de los abstencionistas” a “la cólera” de los que se han manifestado contra él, pasando por los jóvenes, que en la primera vuelta se inclinaron por la izquierda, no por él. Entre los franceses de 24 a 49 años, las diferencias con Le Pen son ridículas, 51 a 49. Las generaciones que aún tienen más vida por delante, las que levantan el país como trabajadores, son las que más empatadas están. El choque se juega en un porcentaje mínimo. Macron arrasa en las grandes ciudades, entre los electores con cierto nivel adquisitivo y entre los mayores, pero sigue sin convencer en las regiones más deprimidas, indica EFE.
“El enfado que ha llevado a muchos de nuestros compatriotas a votar por la extrema derecha también debe encontrar una respuesta”, ha asumido. Por eso ha prometido cambios, no continuismo, que los nuevos cinco años de mandato serán “distintos” a los pasados. Ha insistido en que “no se dejará a nadie en la estacada” y en que habrá que trabajar en favor de la unidad para “ser más felices en Francia y afrontar los desafíos futuros”. Toca “una nueva era”, con una “nueva ambición”.
“Sé lo que os debo”, ha reconocido, justo antes de emocionarse al hablar de su “amor” por Francia, arrancando los aplausos más intensos de la noche en un acto masivo pero solemne, sencillo, con noto modesto visto el precio que paga con su victoria, todo lo que la lastra. “Este es un país lleno de dudas”, ha admitido, en la que debía ser una noche de fiesta. La fatiga democrática, que venía de lejos y a la que no ha sabido dar respuesta, está ahí y debe abordarla. Lo que no ha dicho es cómo.
“Una especie de esperanza”
“Esta Francia demasiado olvidada, nosotros no la olvidamos”, ha enfatizado la candidata Le Pen, en su reconocimiento de la derrota, al cuarto de hora de saberse las encuestas. Una intervención en la que ha deslizado que ha habido “métodos desleales”, que no ha llegado a detallar. Son “iguales a los que sufren los ciudadanos cotidianamente”, se ha limitado a decir, tras su chinita con ecos a Donald Trump que no ha pasado a mayores.
“Sólo puedo sentir una especie de esperanza (…), es testimonio de la aspiración compartida de un gran cambio”, pedido por los ciudadanos, señala. “Temo que este quinquenio tendrá prácticas brutales y Macron no hará nada”, denuncia. “Seguiré con mi compromiso con energía y perseverancia”, ha enfatizado entre gritos de “Marine, Marine”.
A su entender, se han “borrado” los partidos de siempre y que ellos son, ahora, la “verdadera oposición”. Ahora, dice, toca dar “la gran batalla” de las elecciones legislativas, en junio, para la que quieren “unir” un frente antiMacron. Lo ha pedido en tono firme, como acostumbra, rodeada de aplausos, en un discurso que no parecía de derrota, pese a los números, y antes de entonar el himno nacional, La Marsellesa. Alerta ya del riesgo de que el presidente tenga en sus manos “todos los resortes del poder”, algo que, tradicionalmente, todos sus antecesores han conseguido en las legislativas
Macron consiguió en 2017 una mayoría absoluta amplia, pese a que su partido, En Marche! (elegido por su esposa Brigitte porque corresponde a las iniciales del presidente) apenas tenía unos meses; ahora aspira a renovarla en las legislativas. La prensa gala sostiene que, para coger carrerilla de cara a esa nueva cita con las urnas, el mandatario podría nombrar en los próximos días un nuevo primer ministro, en sustitución del tecnócrata Jean Castex, que tampoco es especialmente querido (su popularidad llega al 39%, cuando la de su antecesor, Édouard Philippe, llegaba al 50). El cambio se espera para la semana entrante y, aunque no han trascendido nombres de sucesores, se espera un perfil más progresista, para atraer a ese electorado.