Los paramédicos eran llamados con frecuencia para responder a ataques de pánico tan severos que los puños parecían pelotas y les temblaba el cuerpo. Los episodios generalmente se producían después de que otros chicos se iban para reunirse con familiares y ellos se quedaban en el albergue de emergencia más grande creado por el gobierno de Joe Biden para alojar a los menores que habían cruzado solos la frontera entre México y Estados Unidos.
Las condiciones descritas por una voluntaria que pasó dos semanas de mayo en el albergue de Fort Bliss en El Paso, Texas, ponen de manifiesto la desesperación y el estrés de miles de niños que son retenidos en instalaciones sin licencia para atender a menores, a la espera de reunirse con algún familiar que vive en Estados Unidos.
Algunos tenían marcas en los brazos, que parecían indicar que trataron de lastimarse, y se instruyó a los voluntarios que sacasen tijeras, lápices e incluso cepillos de dientes que podían ser usados como armas. Si bien las niñas hacían figuras de papel y pulseras de la amistad, los varones se pasaban el día durmiendo, según la voluntaria. Algunos llevaban dos meses allí.
La voluntaria habló a condición de no ser identificada porque no estaba autorizada a comentar en público lo que vio en la base del 12 al 25 de mayo. Dijo que se sintió obligada a hablar por la desesperación que observó. Lo que contó refrenda mayormente lo que declararon a la Associated Press activistas que visitaron el albergue hace poco.
Las condiciones generan alarmas acerca de por qué toma más de un mes, término promedio, entregar a un menor cuando la mayoría tienen familiares en Estados Unidos.
Se agregó más personal desde que abrieron estos albergues de emergencia hace algunos meses a raíz de la llegada de una cantidad sin precedentes de menores migrantes. Las llegadas mermaron en las últimas semanas.
“Creo que todo el mundo admite que ningún menor debería pasar más de dos semanas en estos albergues de emergencia”, expresó Aaron Reichlin-Melnick, consejero del American Immigration Council.
Abogados y activistas se preguntan por qué los menores son alojados en instalaciones que no tienen licencia para atenderlos.
Hasta el 31 de mayo, casi 9 mil menores habían pasado por instalaciones sin licencia y 7 mil 200 por albergues con licencia, de acuerdo con documentos legales del Gobierno. Mientras que las instalaciones sin licencia funcionaban casi a capacidad en mayo, las de licencias tenían la mitad de sus camas sin ocupar, de acuerdo con un informe del organismo a cargo del cuidado de los niños.
Activistas piden que el Gobierno asigne más fondos para facilitar la entrega de los menores a sus familiares y que quienes no tengan parientes o amigos que los patrocinen, vayan de inmediato a instalaciones con licencia, que deben contar con un empleado a cargo de los menores por cada ocho niños durante el día y una persona capaz de ofrecer terapia psicológica por cada 12 menores.
La voluntaria fue una de más de 700 que trabajaron en el lugar cuando Fort Bliss albergó a más de 4 mil 600 menores en carpas militares con aire acondicionado, llenas de catres militares. Actualmente hay la mitad de menores, menos de 2 mil 500.
La voluntaria dijo que conoció chicos que llevaban 54 días allí. Vio niñas joviales que se tornaban irritables y dormían tanto que había que despertarlas para que comieran.
Varios menores tuvieron ataques de pánico tras ver que sus amigos se iban para unirse a sus familias. Un día hubo que llamar ambulancias cuatro veces por esta razón, según la voluntaria.
“Los paramédicos venían a la carpa y se los llevaban en camilla porque tenían los puños cerrados con fuerza. Las cabezas a veces se inclinaban hacia un lado y temblaban. Era obvio que era algo que no controlaban”, expresó.
Los niños podían llamar a sus familias dos veces por semana.
Un funcionario del Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS) no comentó específicamente la afirmación de que hay ataques de pánico y otras inquietudes acerca de la salud de los menores, pero dijo que el Gobierno se afanaba por aumentar el espacio para que los niños se entretengan, la ayuda terapéutica y los servicios educativos, así como otras actividades que puedan contribuir al bienestar de los chicos. Agregó que en todas las instalaciones de emergencia hay servicios psicológicos y consejeros.
La cantidad récord de migrantes menores de edad puso a prueba a la administración de Biden. Entre febrero y mayo las autoridades se hicieron cargo de casi 60 mil menores que cruzaron la frontera sin sus padres.
El objetivo del Gobierno es que los menores se reúnan con sus padres o patrocinadores lo más rápidamente posible, pero este proceso toma tiempo y requiere entrevistas, revisión de antecedentes y, a veces, visitas domiciliarias, según el funcionario.
El Gobierno dijo que respetó las normas vigentes cuando habilitó 14 sitios de emergencia para albergar menores, luego de que las instalaciones del Servicio de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) se vieran desbordadas. Agregó que constantemente se mejoran las condiciones de esos albergues.
Por ejemplo, se añadió personal para manejar en forma virtual cada caso, resolver casos complicados y para decidir qué hacer con menores que no tienen parientes ni patrocinadores.
La cantidad de menores en los albergues bajó del pico de 23 mil a 16 mil. Cuatro albergues de emergencia cerraron sus puertas y dos más lo harán pronto.
Abogados y activistas sostienen que el albergue de Fort Bliss debería cerrar lo antes posible.
Los activistas aseguran que hay opciones mejores que no están siendo usadas, como el centro de convenciones de Long Beach, California, donde los abogados de inmigración se reúnen regularmente con los menores y se invita a músicos e instructores de yoga.
Una instalación de Pomona, California, alberga unos 500 chicos, pero tiene espacio para más de 2 mil. Siempre ha cumplido con su meta de reunir al 20 por ciento de los niños con sus padres o patrocinadores cada semana, según Lindsay Toczylowski, directora ejecutiva de Immigrant Defenders Law Center (Centro Legal de Defensores del Inmigrante) de California.
“Una de las preguntas que tengo es por qué siguen reteniendo menores en sitios como Fort Bliss, cuando se dice que las condiciones son tan malas, si hay otros sitios, como Pomona”, señaló la activista.
Ninguno de los albergues de emergencia puede atender como corresponde a menores que acarrean el trauma de haberle huido de la violencia en sus países, según Leecia Welch, abogada de National Center for Youth Law (Centro Nacional para las Leyes Juveniles), organización sin fines de lucro que está pendiente del trato de los menores migrantes en instalaciones del Gobierno.
“No se pone el suficiente énfasis en la reunión de los chicos con sus familias”, dijo Welch, cuyo equipo visitó Fort Bliss el 3 y 4 de junio.
La liberación de los menores se ha hecho más imperiosa desde que el gobernador de Texas, Greg Abbott, dispuso este mes que no se sigan entregando licencias a albergues para menores.
Los activistas temen que algunos albergues cierren y que más niños sean enviados a albergues sin licencia, como Fort Bliss.
La voluntaria dijo que pudo ver de primera mano el sufrimiento de los menores.
Cuando estuvo ella había más de 900 niñas allí y los voluntarios las dividieron en grupos para atenderlas mejor. Ella integró un equipo que supervisaba a 25 niñas. Algunas requerían supervisión las 24 horas del día porque tenían tendencia a lastimarse ellas mismas, según dijo.
Semanas después de ser admitida en Fort Bliss, una niña de 13 años recibió finalmente un par de zapatos para reemplazar los viejos que había destrozado al caminar por días cuando se fue de Guatemala, de acuerdo con la voluntaria.
Cuando los recibió, los apretó contra su pecho, añadió.