Además de los grandes negocios, el supercierre afectó la rutina de muchos trabajadores informales que dependen de la movilidad de la ciudadanía.
Juan Amaya de 70 años de edad, quien es parquero en un supermercado, permanece a la expectativa y solamente fue a barrer su área de trabajo mientras el cierre por dos días mermaron su única entrada de dinero en los dos días fuertes.