No hay evidencia de fraude electoral en Estados Unidos tras las elecciones presidenciales, afirma el periódico The New York Times tras una investigación en la que 45 funcionarios de estados respondieron directamente a consultas tras las acusaciones de Donald Trump de que existieron irregularidades en los comicios que habría ganado Joe Biden. Desde el 3 de noviembre Trump, su familia, amigos y seguidores han hecho acusaciones constantes, y sin pruebas, de que existió fraude electoral en las votaciones que hoy tienen virtualmente como ganador al candidato demócrata.
Ante estos hechos, el medio estadunidense contactó a las principales oficinas estatales para saber si es que hay reportes de fraude o irregularidades que puedan afectar el resultado, de ellas, según el periódico, 45 funcionarios respondieron de forma directa y otros cuatro lo hicieron por medio de otros integrantes o comentarios públicos. El resultado fue que ninguna informó problemas importantes en la votación.
«La ausencia de hallazgos importantes de fraude o irregularidades, y la voluntad de incluso los funcionarios electorales republicanos de dar fe de operaciones sin problemas, también han socavado los esfuerzos legales de Trump», escribió el periódico.
El hasta ahora presidente ha basado sus esfuerzos en redes sociales en comentar y compartir los llamados a un recuento de votos, de fraude electoral, de falta de revisión de sus colaboradores en los conteos y proclamándose victorioso de las elecciones presidenciales sin que ninguna autoridad lo confirme.
“Hay una gran capacidad humana para inventar cosas que no son ciertas sobre las elecciones (…) Las teorías de la conspiración y los rumores y todas esas cosas corren desenfrenadas. Por alguna razón, las elecciones engendran ese tipo de mitología», afirmó al medio Frank LaRose, un republicano que es secretario de estado de Ohio. El mismo LaRose sostuvo que si bien no era extraño detectar un puñado de irregularidades en una elección estatal, un fraude sistémico no ha ocurrido.
“En el pasado, he referido casos de gente a los fiscales locales y al fiscal general ante votos de no ciudadanos”, pero estos son “como decenas de personas, no cientos. No existe un nivel aceptable de fraude electoral y nos tomamos muy en serio cada uno de esos casos». La situación no dista mucho en Rhode Island, donde la secretaria de estado demócrata, Nellie Gorbea, recalca que la importancia y relevancia de una elección presidencial como ésta hacen difícil una irregularidad a gran escala, ya que “sería casi imposible cometer fraude electoral en esta elección debido a la cantidad de personas sintonizadas”.
En Georgia, uno de los estados donde la tensión aumenta ante el cambio de preferencia de Trump a Biden, el secretario estatal, Brad Raffensperger, también republicano, sostiene que las acusaciones de fraude causan risa. «Literalmente estábamos poniendo las publicaciones de resultados a un mínimo por hora (…) Mi oficina y yo hemos estado organizando reuniones informativas diarias o dos veces al día para que la prensa se guíe a través de todos los números.
Así que ese cargo en particular es ridículo». Pensilvania, Michigan y Wisconsin son otros estados donde el equipo de campaña de Trump ha reclamado irregularidades, pero hasta ahora todo indica que la votación también no ha sufrido alteraciones significativas. De hecho, Jake Rollow, portavoz de Jocelyn Benson, secretaria de estado demócrata en Michigan, afirmó que en esa entidad «no hemos visto ninguna evidencia de fraude o juego sucio en la administración de las elecciones».
Texas ha sido más desafiante ante los escenarios de un probable fraude. Si bien en ese estado Donald Trump ganó con más del 52 por ciento de los votos, según la cifra publicada por AP, el vicegobernador de esa entidad, Dan Patrick, ofreció una recompensa de un millón de dólares ante informes de fraude electoral, lo cual no ha ocurrido hasta ahora. Las acciones legales y acusaciones de Trump no se han visto en estados donde él y sus seguidores han ganado las elecciones.
Según el mismo medio, el episodio más significativo de fraude electoral en los últimos años involucró un supuesto esfuerzo para manipular las boletas para beneficiar a un candidato republicano al Congreso en Carolina del Norte, Mark Harris, en 2018, esto resultó que se realizaran nuevamente las elecciones mientras que uno de los sus colaboradores, L. McCrae Dowless, fue acusado por los hechos, a diferencia del aspirante conservador. «El fraude electoral en los Estados Unidos es extremadamente raro. Las irregularidades que ocurren a menudo son intrascendentes, de naturaleza aislada y es poco probable que alteren el resultado de una elección», escribe el The New York Times.