La Cámara de Representantes de Estados Unidos obtuvo ayer el primer testimonio de alguien que escuchó directamente la llamada entre el presidente estadounidense, Donald Trump, y su homólogo de Ucrania, Volodymir Zelensky. Se trata del teniente coronel del Ejército Alexander Vindman.
El militar consideró -tras escuchar la llamada- que Trump estaba pidiendo ayuda a un gobierno extranjero para investigar a un rival político, algo que considera que nada tiene que ver con la seguridad nacional de Estados Unidos.
Esa llamada desencadenó una investigación para abrir un posible juicio político (impeachment) contra Trump.
La comparecencia ante varios comités de la Cámara Baja de Vindman fue tan celebrada por los demócratas como criticada por Trump, quien trató de minimizarla en varios tuits e insistió en que no conocía al testigo convocado por los progresistas. El presidente sigue alegando “caza de brujas” de parte de los demócratas.
Vindman es el principal experto en Ucrania del Consejo de Seguridad Nacional (NSC, en inglés) de la Casa Blanca, y es el único de los testigos que escuchó personalmente la llamada que han recibido hasta ahora los congresistas. El diálogo entre los presidentes ocurrió del pasado 25 de julio.
DANDO Y DANDO
Los demócratas usan la expresión latina quid pro quo (una cosa por otra) para referirse a esa conducta indebida del mandatario.
“Me preocupó la llamada. No creí que fuera adecuado pedir que un Gobierno extranjero investigara a un ciudadano estadounidense (el exvicepresidente Joseph Biden)”, afirmó Vindman en su declaración inicial ante los congresistas, filtrada a los medios desde la noche del lunes.
Vindman escuchó la llamada desde la sala de crisis de la Casa Blanca junto a otros funcionarios, y al finalizar, trasladó sus “preocupaciones” al respecto a los abogados del NSC.
“Le dije al embajador (de Estados Unidos en Europa) Gordon Sondland que esas declaraciones no eran adecuadas… y que el NSC no se iba a implicar en ellas ni presionar por ellas”, narró el militar especialista en Ucrania.
Fuente: la vanguardia