Se cumplen 18 años de la tragedia que dejó cerca de tres mil personas fallecidas y más de seis mil heridas en el derrumbe del World Trade Center.
Sin embargo, no se ha terminado de contar aún las personas enfermas de cáncer y otros males graves, sobre todo de pulmón, ligadas a la nube tóxica que permaneció durante semanas sobre el sur de la isla.
Los decenas de miles de bomberos, rescatistas, médicos o voluntarios movilizados hacia el Ground Zero, donde se erigían las Torres, fueron los primeros afectados.
En 2011, un estudio publicado en la revista científica The Lancet mostraba que estas personas se enfrentaban a riesgos aumentados de padecer la enfermedad.
Asimismo, un censo elaborado por el WTC Health Program, un programa federal de salud reservado a los sobrevivientes de los atentados, dio cuenta de cáncer en 10 mil de ellos.
Tanto Jaquelin Febrillet como Richard Fahrer forman parte de las “personas comunes” que trabajaban o residían en el sur de Manhattan cuando ocurrieron los atentados, una categoría de enfermos que sigue en aumento.
Richard Fahrer, hoy de 37 años, trabajó frecuentemente en el sur de Manhattan como agrimensor de 2001 a 2003. Hace 18 meses, tras padecer dolores en el estómago, los médicos detectaron a este joven padre un cáncer agresivo de colon, una enfermedad que afecta en general a hombres mucho mayores, y para el cual no tenía ninguna predisposición.
Jaquelin Febrillet tenía 26 años y trabajaba a dos cuadras de las Torres Gemelas cuando los aviones secuestrados por los yihadistas las derribaron el 11 de septiembre de 2001.
En 2016, 15 años después de los atentados, esta sindicalista profesional, hoy madre de tres hijos, fue diagnosticada con un cáncer metastásico. El único factor de riesgo: la nube de cenizas y desechos tóxicos en la cual se encontró inmersa el día de la catástrofe.