Cuando una planta es mordida por una oruga o un insecto, reacciona al daño de la misma manera en que lo haría un animal, utilizando las mismas moléculas, a pesar de que las plantas no tienen un sistema nervioso. Esa reacción tiene como función activar un sistema de ‘defensa’, propagar y compartir el ‘dolor’ con otras plantas.
Estas sorprendentes conclusiones son el fruto del trabajo de un grupo de botánicos, microbiólogos y bioquímicos estadounidenses que estudió las reacciones de la ‘Arabidopsis thaliana’, una pequeña planta crucífera nativa de Eurasia y el norte de África. Los resultados de su trabajo fueron publicados el 14 de septiembre en la revista Science.
Cierta semejanza entre la reacción de las plantas y el sistema nervioso de los animales es la idea clave de la investigación, según un resumen del ensayo escrito por dos biólogas de la Universidad de Wake Forest (Carolina del Norte). «Las plantas son estacionarias y no pueden escapar de los herbívoros, de manera que deben responder con defensas químicas para disuadirlos y reparar el tejido dañado», afirman las autoras.
Con este fin, las plantas acuden a una forma de comunicación por medio de iones de calcio, la cual les permite enviar señales a larga distancia. Eso implica la necesidad también de unos canales receptores y se reveló que son activados por el glutamato extracelular, un conocido neurotransmisor en mamíferos.
Uno de los participantes del estudio, el botánico Simon Gilroy, explicó la importancia de estos descubrimientos al sitio web de la Universidad de Wisconsin–Madison, donde trabaja. «Sabemos que hay un sistema de señales sistémico y que, si hieres [a la planta] en un punto, el resto de la planta desencadena sus respuestas defensivas —dijo—. Pero no sabíamos qué había detrás de este sistema».